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See the way she walks, hear the way she talks

Posted in Uncategorized with tags on noviembre 4, 2008 by johnimonlydancing

Después de todo, Alejandra es una niña. Una niña que juega el papel de mujer seductora con una dulzura que se gana mi rendición total ante sus pies.  Existe una ternura infantil que se esconde detrás de sus ojos y que no quiere que nadie vea. Una ternura que es sólo perceptible por el efecto de sus lágrimas a contra luz, cuando la tarde comienza a calentar los cuerpos.

            Gusta de las cosas dulces como los pasteles y las mentiras. Gusta de los besos, aunque nunca sabe bien donde guardarlos. Existe algo en ella que me conmueve devastadora y absolutamente. Un cierto miedo que adereza sus ataques adolescentes y su furia de madona en celo, una necesidad de capricho que le permite destruir cualquier morada con tal de conseguir lo que desea, hombre, sueño o fortaleza.  Existe una esencia en ella que evoca a las ninfetas, una sed  de saturarlo todo de sabores, de aromas, de imágenes, de sonidos, de sensaciones, de saliva, de piel, de vino. Alejandra se pasea entre una inocencia maniquea y una seducción sin malicia.    

            Imagino mis manos en su espalda, tejiéndole con hilos de sudor una nueva piel, imagino mi boca bebiendo de un delta salado entre sus piernas. Imagino, que le han dado algún golpe del cual no se ha recuperado totalmente, imagino que quiere que la proteja de un golpe futuro. Se, que no necesito de su consentimiento para enamorarme y que ella poco apoco descubrirá que me he metido en sus ideas.     

La infancia es un terreno baldío

Posted in infancia, ominoso, Uncategorized with tags , , on febrero 1, 2008 by johnimonlydancing

Abro el cajón de mi buró y en su interior encuentro una pequeña caja de cartón. Dentro de ella, un mundo de imágenes impresas se derrama frente a mis ojos. Fotografías de la infancia, imágenes sobre las que no tengo ya memoria, que sólo existen desde la inmediatez de las figuras en el papel, momentos que no tienen referencia en mi pasado, y sobre los cuales, construyo una historia que quizá no es la verdadera pero es la que quiero recordar. Veo la imagen de un niño. Soy yo. Me encuentro con los ojos bien abiertos, parado en el jardín de una casa que ya no existe, y no logro reconocerme. Trato de buscar en esa imagen de papel algún rasgo familiar que me permita el reconocimiento, y es inútil.