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One is (Not) the loneliest Number, Parte 2

Posted in Amistad, Euforia, Música, ominoso with tags , , on agosto 11, 2008 by johnimonlydancing

A pesar de que era bastante tarde y había llovido, el frío parecía no hacer mella en nuestros cuerpos. El trayecto fue bastante breve y en cosa de pocos minutos Yorch y yo teníamos en nuestras manos dos boletos azules, cortesías para DJ Falcon. En la entrada no hubo mayor complicación, incluso cuando el Miami, deleznable y prepotente cadenero, se encontraba haciendo las labores propias de una raza que no llegó a tiempo a la repartición de roles en el escalafón evolutivo. Entregamos los boletos y de nuevo estábamos sumergidos en una atmósfera oscura, que gracias a las diversas esferas disco, se adornaba con pequeñas y artificiales estrellas de colores.

            Primera escala: La barra, un Whiskey con Ginger Ale (para “Tacones Fogosos” y un Vodka Tonic (para Miguelito)  inauguraron esta segunda parte de la velada. Pasaje América tiene algo que siempre me ha gustado, un mood muy particular que me pone de buenas, además, siempre encuentro una chica que me parece de lo más bella, cosa que, sin duda, se agradece. Nos dimos una vuelta por el lugar, nos topamos con algunos amigos y después de saludar, nos dirigimos a la pista de baile. El área designada para los vertiginosos pasos de baile y rituales de apareamiento estaba ATASCADA, un alfiler no habría tocado el suelo de haberlo soltado sobre la duela de madera.  

            Debido a la concurrencia, decidimos ir a un ladito de la pista en donde una chica, nos miraba, a yorch y a mí, con un especial énfasis. Una miradita que lejos de ser tierna emulaba a Anthony Hopkins en su muy afamado rol de Hannibal Lecter. Después de dos miradas, Yorch  volteó a ver a la chica de la mirada ominosa. La chica lo miró, y después de unos breves instantes, Yorch levantó su brazo y dijo salud. La chica sonrió y correspondió el gesto. Fue entonces cuando decidí que mi presencia en tal situación estaba de más e  apliqué el  mutis por la derecha sin levantar polvo. La pista de baile me esperaba, gracias a mis prácticas dimensiones, a que soy “fun size” al igual que esos simpáticos y deliciosos M&M’s, logré colarme al centro de la pista.  Saltaba, me contoneaba de un lado al otro, mis piernas se movían como esas varitas de chicle que fueron parte de nuestra infancia y entonces la vi: una mujer linda, linda, de semblante afable que movía su cuerpo con algo que era entre timidez y torpeza. Después de dos rolas en las que me aseguré que no venía con nadie, al menos con ningún hombre, me acerqué a ella….

 

Uno siempre esta buscando la frase ideal para entablar una conversación con una completa desconocida, haciendo un repertorio mental de todas las convenciones sociales que se prestan para dicha situación  escogí tres que creí podrían funcionar:

 

a)      Frase cocky: con copete a la Johny Bravo e imitando la voz de un galán de telenovela mexicana de decimonovena: “Hola nena, ya estoy aquí, te quedan dos deseos.”

b)      The Ladysman: con una copa de coñac en la mano derecha, la camisa abierta hasta el ombligo y voz profunda: “Te voy a hacer esto muy sencillo chica, se que me deseas, así que, tu casa o la mía?”

c)      La religiosa: con cara de místico español, con los ojitos así como si uno estuviera en pleno apretón de tamagochi, y con las manos hacia el cielo, como a punto de un aleluya: “Estoy inventando una nueva religión y me hacen falta diosas, estas interesada?”

 

Después de analizar mis opciones,  me percate que eran de lo más estúpidas, pretenciosas y tristes, por lo que decidí acercarme y con la euforia acumulada a lo largo de la noche ser totalmente sincero:

 

-Hola, me llamo Rodrigo.  La verdad soy muy malo ligando pero tengo que decirte que me pareces una chica bellísima y me preguntaba si  me permitirías invitarte un trago-

 

Silencio…

 

Silencio absoluto, prolongado, frío y filoso… de pronto, su boca se abrió y…

 

En mi mente imaginaba tres repuestas:

 

a)      – Osea wey, que pedo? Toma 50 centavos cómprate un bosque y piérdete.-

b)      – No manches que oso, obvio que te gusto wey, pero que naco venir así a decirme eso-

c)      No manches, eres el hombre más sincero que he conocido y me has cautivado. Necesito que me tomes en tus brazos y me beses, una y otra y otra vez. Vamos, abrázame y hagamos de esta noche una comunión que escape al fin de cualquier tiempo. 

   

Hagan sus apuestas, cual fue la respuesta?… Ninguna, en lugar de darme un batazo metafórico con sus palabras o pedirme que le hiciera el amor en el rincón más próximo, sonrió, después de sacarse mucho de onda y me dijo:

 

-Hola, soy Alejandra-

 

Platicamos un rato, mientras medio bailábamos y de pronto, oh,  la tragedia: desde el otro extremo de la pista se acercó de manera vertiginosa una mujer como de un metro, por todos lados, rodó hacia mi y con un impacto feroz lanzóme al otro lado de la pista por los aires.  Apenas de pie se acerco a mi y bloqueando mi paso hacia Alejandra, quien no paraba de reír se agitó como si dentro de ese enorme cuerpo tuviera guardada una, también enorme, lavadora vieja. Yo no pude más que cagarme de la risa, poco a poco la fui evadiendo a pesar de su insistencia, hasta volver al lado de Alejandra. Ella dijo:

 

-Me gustaría platicar más, pero tengo que irme, además temo por mi vida (mientras, señalaba a la redonda fémina que se acercaba), pero me debes un trago-

– Claro que sí- respondí, y rápidamente huí de la robusta figura que se preparaba para un nuevo embate.

            Después de encontrarme con Yorch, quien estaba con los labios destrozados por los candentes besos de su morena (No, no es metáfora, la chica en cuestión había, literalmente, masticado su boca)  nos dirigimos a bailar. Bailamos hasta que el cuerpo nos pedía a gritos un descanso y volvimos a casa, con una sonrisa en el rostro, y otra más grande en el corazón…

Otra de detectives

Posted in Duelo, misterio, ominoso with tags , , , on febrero 16, 2008 by johnimonlydancing

Me caracterizo por tener una de esas compulsiones neuróticas en donde las dudas no tienen cabida. Me obsesiona saber que me voy a morir sin conocer millones de libros, películas, lugares y canciones, y que esta falta de conocimiento dejará siempre un sin fin de dudas irresolutas.

El más mínimo flirteo con la punta de un iceberg me empuja al agua helada para tratar de conocer la base de este, incluso, si esto implica perder los dedos de las extremidades o las extremidades en sí.  Es por todo lo anterior que los juegos detectivescos causan en mí un morboso placer que sólo puede ser equiparado a lo que sucede en la intimidad de mis párpados.

Sí, sigo con las pistas. De Blur y su «Chemical World», hemos pasado a The Rocky Horror Picture Show, de Frank N’ Furter a Bogart en Casablanca. El mapa es oscuro y en lugar de países, las rutas se componen por los fragmentos de los objetos amados que habitan en mi memoria. Mis películas queridas, las bandas que me gustan, los autores que me enseñan más de la psicología humana que de los componentes literarios de una época,  son partes de la ruta. 

Después de la cita a Casablanca, la última línea que Bogart le dice a Ingrid Bergman, pasamos a una cita de Romeo y Julieta, y, posteriormente a otra cita de Blur, la cual culminó en una nueva pista que citaba «No Second Troy» de Yeats. Al parecer he llegado al final del camino. Resulta que esta tierra en particular es cuadrada, y que después de Yeats el mundo encuentra su final.  

Por un lado me siento aliviado, por un instante comencé a sentirme como un insecto cuyos instintos son explotados para un estudio, y es observado desde lo alto de una caja de cristal, por el otro me siento halagado, hace mucho tiempo que nadie se había tomado tantas molestias para llamar mi atención, pero sobre todo, tengo miedo. Miedo de toparme con una realidad que nada tiene que ver con mi imaginación. Miedo a decir que no y lastimar a alguien. Miedo de llegar a la base del iceberg con las extremidades mutiladas y el corazón congelado.  

Modern Life is Rubbish, My Dear Moor (El retorno de Mystic)

Posted in misterio, ominoso with tags , , , on febrero 13, 2008 by johnimonlydancing

Existe siempre, o casi siempre, un pequeño burbujeo en la cabeza, (que he  atribuido a los  diminutos cascos de mis ideas que como pequeñísimos caballos, se precipitan y chocan contra mi frente) cada que uno se enfrenta  a la incertidumbre, y la mañana de hoy no fue la excepción. Ahí estaba yo, en el interior del salón 324, en busca de la solución del misterioso mensaje, frente a una pared que me miraba con su único ojo: una hoja blanca con letras gruesas, pegada con dos pedazos de cinta adhesiva azul. Me extendí para tomar el papel, el cual decía: «I will wear my heart upon my sleeve for daws to peck at» debajo de la cita instrucciones precisas para avanzar a la siguiente pista: «Dime quién lo escribió, el lugar exacto, y en boca de quien.»  Antes de continuar, puse mis conocimientos de semiótica a funcionar: «claro, no sólo debo tomar en cuenta la cita, el recado tiene detrás un texto» el texto era Sure Thing de David Ives, una obra de teatro en donde una pareja resetea su plática cada que alguno dice algo inconveniente, hasta que, por fin logran hacer clic. Esto me hizo pensar en las conversaciones, más bien casuales, en donde suelo decir tonterías, tratando de ser gracioso y las chicas me miran, un poco distantes, con cara de circunstancia. Pero, aún así, no logré resolver la identidad de la titiritera detrás de este juego.

Rumbo a la salida de la fac, puse a trabajar mi memoria…la cita sonaba familiar, después de corroborar suposiciones (había que estar seguro, antes de mandar la información) mi celular escupió un texto: Shakespeare, Othello, Iago, acto 1 escena 1. Momentos después, recibí una respuesta: «Efectivamente Roderigo…» Changos¡¡¡, yo era Roderigo, el personaje más patético en el mundo del Moro. Mi nombre es, en efecto Rodrigo, y quise suponer que la mención al personaje de Shakespeare era sólo una manera de jugar con el hipotexto.    

La tarde pasó, y de vuelta a la facultad, en el seminario de semiología musical,  otro misterioso mensaje: «In a chemical world it’s very, very, very cheap (cómpralo en la cooperativa zapatista)» Habíamos pasado de Shakespeare a Blur en cuestión de unos cuantos mensajes. Me dirigí a la cooperativa tratando de recordar la totalidad de la canción. Llegué a la cooperativa, recordé de manera muy vaga algo sobre un té azucarado y algo sobre un chocolate para dormir.   No encontré chocolates, y supuse que, si la taza de té era la pista, bien podía pedir un café, que viene en el mismo tipo de taza. Respondí el mensaje : «tengo una taza de café en la mano, ahora que?» nada sucedió por unos instantes, después un mensaje en el que se leía: «No, no es café, resuelve la pista y regresa en la mañana» Regresé a casa consternado. Busque entre mis discos, puse el de Blur, intentando encontrar alguna luz, y sigo clavado en la incertidumbre  mientras escribo estas líneas. Mandé un mensaje, este decía que la canción de Blur hablaba de té y chocolates pero que, según yo, no tenían chocolates en la cooperativa… y luego… nada.

Supongo que tendré que seguir en mi papel de Sam Spade y continuar mañana con este caso.

Mystic

Posted in misterio, ominoso with tags , , , on febrero 12, 2008 by johnimonlydancing

Hoy fue una de esos días en donde todo parece tener una autonomía que no corresponde al ritmo general del mundo, o al propio. Uno de esos días, que desde el sueño se perfilaba con un tiempo viscoso, un tiempo  disfrazado de fantasma. Uno de esos días, en donde la vida decide ponerse juguetona, y mostrar una sonrisa entre tierna y estúpida.  

Mientras viajaba en el auto de mi querido papá José con mi fiel compañero de baile, Yorch «tacones fogosos» Hernández, note la pantalla de mi celular parpadeando en tonos naranjas. Tomé el mencionado aparato, para ver que había recibido un mensaje. El número telefónico, del cual provenía el texto, no parecía encontrar eco alguno dentro de mi muy perjudicada y torpe memoria, por lo que el saber el contenido de dicho texto llamó, de manera casi inmediata, a mi curiosidad. El texto dictaba algo sobre tomar riesgos en la vida con el fin de mejorarla, y después agregaba: «si quieres jugar ve al salón 324.» Me confieso fanático de las novelas de Chandler y de Hammett, novelas que fueron parte de mi solitaria adolescencia de niño pálido y virgen, por lo que el misterioso mensaje excito un sin fin de teorías respecto a la cara de la misteriosa remitente.

Tomé el celular, y respondí el mensaje con dos signos de interrogación, más tímidos que curiosos, y después… nada. Desafortunadamente, mi plan para obtener información respecto a la remitente se vio truncado por falta de crédito. Oh Dios, por que desprecias al más pequeño (meaning chaparro) de tus hijos, pensaba mientras la cábula  de José no se hacía esperar. Después de unos minutos, José ofreció su celular y llame al misterioso número. Del otro lado del aparato se escucho una breve voz de mujer: «bueno,» a la que respondí: » bueno, habla Cano, ¿quien habla?» …la llamada, como era de esperarse, se cortó. De nuevo, llame y nada. A esta llamada le siguieron un par de mensajes en donde lo único que descubrí fue que, en efecto, como en aquellas novelas negras de mi adolescencia, debía jugar al detective. Después, el silencio.

En mi cabeza las cosas suceden de manera extraña, para mí, la voz sin rostro del otro lado de la línea se perfila como la promesa a la que he querido vestir de mujer y que todavía no decide ponerse rostro para ocultar la ausencia, es injusto lo sé, sé que debo parar mi hiperactiva imaginación, que a la menor provocación se desboca, tropezando con más de una pared.

Quizá no sea así, no sea nada de lo que imagino. Quizá es una elaborada broma. Quizá sólo se trata de un rato curioso. Quizá la persona cuya voz sólo conozco por un breve «hola» no sea lo que mi imaginación ha creado. Comos sea, agradezco esa fugaz emoción, que si bien, no tiene relación con las cosas que suceden en mi cabeza, logró dibujarme una sonrisa.  

La infancia es un terreno baldío

Posted in infancia, ominoso, Uncategorized with tags , , on febrero 1, 2008 by johnimonlydancing

Abro el cajón de mi buró y en su interior encuentro una pequeña caja de cartón. Dentro de ella, un mundo de imágenes impresas se derrama frente a mis ojos. Fotografías de la infancia, imágenes sobre las que no tengo ya memoria, que sólo existen desde la inmediatez de las figuras en el papel, momentos que no tienen referencia en mi pasado, y sobre los cuales, construyo una historia que quizá no es la verdadera pero es la que quiero recordar. Veo la imagen de un niño. Soy yo. Me encuentro con los ojos bien abiertos, parado en el jardín de una casa que ya no existe, y no logro reconocerme. Trato de buscar en esa imagen de papel algún rasgo familiar que me permita el reconocimiento, y es inútil.