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«Va a suceder en Madrid» un pequeño cuento

Posted in Duelo with tags on agosto 22, 2008 by johnimonlydancing

Va a suceder en Madrid, en un día nublado y con lluvia, de esa que es muy fina y constante. El tipo de lluvia que, precisamente, no soportas. Entrarás al bar para escapar de la lluvia y te tomarás un trago, un vodka tonic, sólo para matar el tiempo.  Probablemente vestirás un traje sastre y seguramente tendrás el pelo recogido. Te vas a sentar en la barra y llamarás a tu marido por celular para decirle que llegarás un poco más tarde, que acueste a los niños, ya que al día siguiente tienen colegio, y les de un beso de tu parte. De tu portafolio una cascada de papeles y oficios, traducciones que en el despacho no terminaste, las mirarás rápido y buscaras igualmente rápido una estrategia que te permita sacar el trabajo a tiempo.

            El ruido será familiar y abundante, incluso cálido. Primero verás el televisor, habrá un partido de Fútbol que no te interesa, y agradecerás no estar en casa ya que lo estarías viendo con tu marido.  Poco a poco dirigirás tu mirada en una ruta panorámica que te permita ver todo rincón del lugar. Entonces en una esquina oscura vas a verme. Al principio no me vas a reconocer, estaré calvo y gordito, pero algo en mí llamará tu atención. Seguirás observando hasta convencerte un poco más. Guardarás los papeles que regaste en la barra y te dirigirás a mi mesa. Buscarás mis ojos con los tuyos y pronunciarás mi nombre con un tono de duda. Desde mi libro pasaré a un pequeño desconcierto y de ahí a la sorpresa.  Ahora seré yo quien pronuncie tu nombre con un tono de duda.

            Serás una de esas mujeres guapas, de mucho porte, los años y un mechón de pelo gris acentuará esa belleza elegante que siempre tuviste. Mencionaré lo bien que te ves y lo bien que te quedan las canas. Recordarás que me gustaban cuando éramos jóvenes y harás mención de ello. Hablaremos de donde hemos estado, de lo que hemos hecho. Tú mencionarás tu matrimonio con uno de esos hombres buenos, muy buenos y muy comunes, de esos que solían molestarte tanto como la lluvia fina que te hizo entrar al bar. Yo te diré que no estoy casado pero llevo un divorcio y estoy con una de esas jóvenes de plástico que son cliché y gustan tanto a los hombres «maduros» como yo. Te reirás y dirás que no te sorprende.

            Te ofreceré un cigarro pero tú ya habrás dejado de fumar, que lo hiciste por los niños. Preguntarás si tengo hijos, te responderé que uno, de unos 15 años que se llama Santiago como el hijo imaginario que una vez tuvimos. Me hablarás de tus niños, dirás que uno de ellos lleva el mismo nombre del hijo que concebimos entre ensueños en tardes de sudor, y dejaremos escapar algunas risas.

            Secretamente, en la intimidad de tu memoria, recordarás por que en algún tiempo te enamoraste de mí, pero inmediatamente recordarás que no soy un tipo de fiar y que llega un momento en donde uno no necesita bromas sino estabilidad. Yo recordaré por que estoy enamorado de ti pero lo haré explicito.

            Con una risa nerviosa buscarás algún pretexto para retirarte de mi mesa, irás a la barra a apurar el vodka que dejaste a la mitad, dejaras unos billetes y una moneda sobre la barra y te dirigirás a la puerta. Desde ahí, voltearás de nuevo a verme, sacudirás tu mano, de manera infantil, incluso torpe,  intentando decir adiós y un paso justo antes de salir del bar buscarás un último contacto con mis ojos. Te toparás de nuevo con ellos. Encontraras dentro de mis pupilas una pequeña luz que hará eco en tus pupilas, como si dentro de tu cabeza hubiera una niña pequeña que con un espejo regresa las señales de un faro que encontró en algún horizonte.

            Te sentirás tentada a pedir mi teléfono, a darme tu número, pero sabrás que en la vida ordenada eso no se permite, saldrás corriendo hacia las finísimas agujas de agua que desgarran tu paciencia, mientras entre premoniciones adivinas futuras noticias, algo vagas, de amigos en común que muy de vez en cuando frecuentamos, y no nos volveremos a ver nunca.

Otra de detectives

Posted in Duelo, misterio, ominoso with tags , , , on febrero 16, 2008 by johnimonlydancing

Me caracterizo por tener una de esas compulsiones neuróticas en donde las dudas no tienen cabida. Me obsesiona saber que me voy a morir sin conocer millones de libros, películas, lugares y canciones, y que esta falta de conocimiento dejará siempre un sin fin de dudas irresolutas.

El más mínimo flirteo con la punta de un iceberg me empuja al agua helada para tratar de conocer la base de este, incluso, si esto implica perder los dedos de las extremidades o las extremidades en sí.  Es por todo lo anterior que los juegos detectivescos causan en mí un morboso placer que sólo puede ser equiparado a lo que sucede en la intimidad de mis párpados.

Sí, sigo con las pistas. De Blur y su «Chemical World», hemos pasado a The Rocky Horror Picture Show, de Frank N’ Furter a Bogart en Casablanca. El mapa es oscuro y en lugar de países, las rutas se componen por los fragmentos de los objetos amados que habitan en mi memoria. Mis películas queridas, las bandas que me gustan, los autores que me enseñan más de la psicología humana que de los componentes literarios de una época,  son partes de la ruta. 

Después de la cita a Casablanca, la última línea que Bogart le dice a Ingrid Bergman, pasamos a una cita de Romeo y Julieta, y, posteriormente a otra cita de Blur, la cual culminó en una nueva pista que citaba «No Second Troy» de Yeats. Al parecer he llegado al final del camino. Resulta que esta tierra en particular es cuadrada, y que después de Yeats el mundo encuentra su final.  

Por un lado me siento aliviado, por un instante comencé a sentirme como un insecto cuyos instintos son explotados para un estudio, y es observado desde lo alto de una caja de cristal, por el otro me siento halagado, hace mucho tiempo que nadie se había tomado tantas molestias para llamar mi atención, pero sobre todo, tengo miedo. Miedo de toparme con una realidad que nada tiene que ver con mi imaginación. Miedo a decir que no y lastimar a alguien. Miedo de llegar a la base del iceberg con las extremidades mutiladas y el corazón congelado.  

¿Y todo para qué ?

Posted in Duelo, sufro with tags , , on enero 30, 2008 by johnimonlydancing

Queridos lectores: disculpen la extención de este post, espero que al menos lo disfruten. 

Resulta que un día uno aprieta fuerte los puños, se mira con determinación al espejo y dice para si mismo: ¡basta! Resulta que un día uno se moja la cara y se muestra convencido de que todo está bien, que es momento de sacar «dry your eyes» de la playlist y abandonar una postura pesimista. Sin embargo, resulta que existen los amigos en común, y las reuniones en donde uno coincide con la que en otros días parecía ser una promesa con rostro de mujer.

En un principio todo parecía estar bien. Yo me mantenía jovial, se intercambiaban las anécdotas, y las risas y el alcohol fluían. De pronto, ella decidió que era hora de retirarse. Incluso cuando su aguante etílico es sólo comparable al del más salvaje de los kosakos, bebiendo al nivel del mar, no le hubiera sido permitido manejar maquinaria pesada.

Sin dar más razones, salió de la casa y se dirigió al coche. Yo, creyéndolo prudente, decidí acompañarla por si algo sucedía en el camino. «Tengo frió», dijo. La verdad yo también sentía un airecillo pendenciero que se colaba hasta salva-sea-la-parte, y aún así le ofrecí mi chamarra. Estoy de acuerdo, nadie me manda a ser imbécil, bien pude decirle, con tono más despreocupado que estoico: «sí, no mames, está helando» Pero bueno…

Nos subimos al coche, y partimos hacia su casa. No habían pasado más de 5 minutos cuando, sobre Barranca habiendo cruzado apenas Revolución, sentimos un tremor y un ruido estrepitoso que provenía de la llanta delantera izquierda del pequeño Ka plateado en el que nos transportábamos. ¡¡¡MADRES!!! La llanta se había impactado, después de haber sido propulsada por un bache, contra un camellón. Después…el silencio. Mi primera reacción, tratando de ser optimista, fue: ¡a huevo!, ya alcanzamos el satori, la revelación esta en nuestras manos, somos los elegidos y este estruendo es el beso de Buda que nos muestra una realidad divina lejos de todo despojo material…

Lamentablemente, no existía toque alguno de divinidad en los muchos fragmentos del tapón esparcidos por barranca, ni en el ring, tan doblado que parecía estar haciendo muecas de dolor; el único despojo material que dejábamos, era el coche parado en el carril de en medio.

Poniéndome la armadura de caballero, proferí: «no te preocupes, cambiamos rápido la llanta y nos vamos, no pasa nada.»  Antes de continuar con esta bonita anécdota, llena de lágrimas y risas, cabe mencionar que, ni mi estatura, ni mi impactante musculatura, me califican para este tipo de trabajos físicos. Pero, ¿como iba a quedar mal frente a la chica?

Primero, había que orillar el coche. La llanta no dejaba que este avanzara. «Ponlo en neutral y yo lo empujo, así no se daña el motor»  quizá, esas palabras hubieran salido de mi boca como un eufemismo sexual, pero, no, eran literales. Con mucho esfuerzo logramos orillar el coche. Saqué el gato de la cajuela, me dispuse a quitar los pernos de la llanta, mientras dos oscuras figuras eran escupidas desde las sombras hacia nuestro paradero: dos respetables oficiales de policía. «Buenas joven, todo bien» yo pujando conteste «sí oficial, todo en orden, sólo un pequeño accidente. Aquí podían suceder dos cosas: a) nos ayudaban b) nos ensartaban cual turco a manos de noble rumano.

Los pernos cedieron, y la llanta, conservando su mueca de dolor, salió. Ahora solo faltaba poner la llanta de refacción, y listo. Sin embargo no contaba yo con que los Ka tienen la llanta de refacción debajo del coche sostenida por un pequeño alambre. Tirado en el piso, jalaba y jalaba el alambre para liberar la llanta ,al ritmo de un amable: «duro joven, jálele un poquito más y ya sale.» Yo jalaba, y jalaba, tratando de que no se me saliera hasta el apellido. Ella miraba, mientras caminaba de un lado al otro, mordiéndose las uñas y diciendo: «no puede ser, no puede ser». Por fin salió la llanta, yo conserve mi apellido,  y la susodicha circunferencia de caucho fue puesta en donde debía.

«Pus mire joven, nosotros estamos pa ayudarle, digo. Y pus, digo, ya sabe que la multa por conducir ebrio es juerte, no?  Y hay que mandar el coche al corralón y a ustedes al mp por (no se cuantas) horas, digo. Y pus neta, uno no quiere incomodarlos.» Yo sabía que tanta amabilidad no era gratuita. Así que rápidamente saque $ 100 m/n  y entregándolos dije: les agradezco mucho su ayuda. Sé las consecuencias de manejar borracho, es por eso que la señorita, aquí presente, venía al volante y no, yo que traigo encima unas cubitas» subimos rápido al coche y continuamos nuestro camino.

Habiendo avanzado unos 100 metros se escuchaba un «flap, flap, flap» que provenía de la misma llanta accidentada. Sí, la llanta de refacción no tenía una sola libra de aire.  Sus nervios ya erizados se pusieron más intensos. «no te preocupes, lo peor ya pasó, esto se arregla en una gasolinera» decía tratando de calmarla.

Por fin, habiendo pasado a una gasolinera, llegamos a su casa. Ella había insistido en dejarme en mi casa primero, a lo que me negué. Después de un vaso con agua pedí mi taxi, sin contar con capital alguno,  y llegue a casa. Cabe mencionar que me ofreció quedarme en la suya, pero, la verdad encontraba un cierto gesto de incomodidad que no era mi intención provocar. A la mañana siguiente le llamé para saber como seguía, y entonces me pegó: no era yo quien debía llamar. A fin de cuentes quien se regreso solo, había sido yo, y quien solucionó todo, también. No esperaba una retribución por parte de sus labios, y en varias ocaciones agradeció todas mis atenciónes.  Yo sólo quería que se diera cuenta de que sigo ahí, siempre, para ella. De que puede contar conmigo, no como pareja, ni siquiera como amigo, sino como ser humano, como prójimo.

Resulta que un día uno amanece y lo que lo tiene triste no es precisamente la ausencia,  ni la nostalgia.  No es la tímida ira que nace a partir de la distancia. No, lo que a uno lo tiene triste es que, incluso cuando ya no hay vestigios de las antiguas tardes, uno se da cuenta de que está ahí, simplemente, sin más. creo que a sus ojos estoy, no para ella, sino como una mero estado ontológico, sin mayores calificativos, y es entonces cuando uno se sabe un poquito ignorado.

Los placeres de Onán (y un pequeño poema pa arrancar)

Posted in Duelo with tags , , on enero 25, 2008 by johnimonlydancing

Después de mucho tiempo de decidia, y siendo tecnológicamente impedido, me aventuro a  participar en los ejercicios onánicos de la blogosfera. Epero sea una buena oportunhidad para compartir, trabajar y exponer las entrañas…Andrea: lo prometido es deuda.

A tres meses de ausencia

La noche me rebasa

con su hocico lleno de ángeles,

un palpitar lejano, me devulve

a tu país lleno de espadas,

donde mis párpados te aprisionaron

y mi voz desgarró la inocencia.

El pulso de tu humedad

envuelve mi grito,

y una mariposa muere de sed en tus labios.

La niebla fría de tu nombre

pierde mis huellas en tu espalda,

un querubín se sonroja,

y la pluma de un ángel

le hace cosquillas a Dios

en el pie derecho.

Miento, María,

Si digo que tu nombre se cubre del polvo

de un alfabeto olvidado.

Miento, mujer,

si dijera que no he tatuado

con tu saliva mi pecho

miento si digo que esta noche

no te quiero